¿Puede Ser la palabra felicidad una palabra sobrevalorada o por el contrario infravalorada? Depende de la visión de cada persona y esto a su vez influirá, y de manera notoria, en la felicidad de su hijo/a.
Es cierto, que como padres, madres, tíos/as y familiares de nuestros/as más pequeños/as deseemos la mayor felicidad para ellos/as. Por ende, actuamos en base a esa premisa para guiarnos, pero dejamos fuera de evaluación, nuestros propios sesgos conductuales, adquiridos probablemente a lo largo de toda nuestra experiencia de vida. Es cierto, también fuimos niños/as y creemos que por esa razón sabemos que es la felicidad y por consiguiente, la falta o ausencia de ésta. Nuevamente, nos olvidamos de tener en cuenta, nuestras vivencias, frustraciones, entorno, deseos y rasgos de nuestra persona como individuo único.
Determinados estudios estiman que probablemente la edad más feliz de la vida sea la infancia, sin embargo, también en esta edad, dónde, se evidencian muchas situaciones de tristeza, ansiedad, depresión, ira e irritabilidad.
Quizá uno de los errores más comunes es pensar que la felicidad es innata, y le sigue el confundirla con la alegría. La felicidad, no es lo mismo que la alegría. Ser feliz es un estado “permanente” de consciencia, sujeto en cierta parte, del entorno, vivencias, deseos y rasgos de personalidad de una persona. Sin embargo, la alegría es una emoción básica que se produce casi de manera automática y concreta en determinadas situaciones.
La felicidad está formada por la alegría, pero no sólo por ésta, hay más emociones y variables que la forman. Por este motivo, la felicidad se puede enseñar y aprender en cualquier momento de nuestras vidas. Sabiendo de manera consciente que estamos sujetos a diferentes patrones que nos dan la clave para llegar a la misma. Estos patrones, son conductas que repetimos, bien porque aprendimos de pequeños/as, o de adultos/as, para esconder otras emociones, frustraciones, justificar determinados actos o protegernos de alguna amenaza.
Por lo tanto, podríamos decir, que la felicidad se aprende y se enseña, mientras que la alegría es una emoción básica, que ya existe en nosotros/as y se aprende y se enseña a identificar y regular y no a “tenerla”.
Son muy diversos los factores que forman y que le dan nombre a la felicidad, pero podemos trabajar y entrenar los más determinantes que facilitarán el estado de felicidad de nuestros/as más pequeños/as para que cuando se conviertan en adultos/as sepan cómo seguir manteniéndola. Éstos son:
POSITIVISMO
Desde la psicología positiva se aporta que aquellas personas
que afrontan los diferentes sucesos de la vida y sus imprevistos de manera positiva (no me refiero a que se alegren porque les ocurra esa situación en concreto), me refiero, a que tras lo sucedido, son capaces de visualizar otra vía diferente a la que se les presenta, enfocando toda su atención y vehemencia hacia la misma.
RECONOCIMIENTO
Aceptar las cosas que tenemos y agradecer todo aquello
que conseguimos y que nos dan. Que el niño/a aprenda e interiorice esta práctica, le ayudará a una mejor estabilidad mental y a sentirse más unido a los lazos afectivos familiares. Sientiéndose así, más seguro, confiado, querido y protegido. Con lo cual, valoraría todo lo que consigue y tiene de forma saludable.
LOGROS/METAS U OBJETIVOS
Es importante para el desarrollo de la felicidad
que el niño/a vaya sometiéndose a las situaciones que el día a día le va presentando y así va consiguiendo las cosas por sí mismo. Esto le servirá para que en un futuro sepa encontrar la felicidad a la hora de marcarse un objetivo y conseguirlo. Siempre tener en cuenta, la edad y la dificultad del objetivo. El simple hecho de comer solo/a, recoger los juguetes…
NO ETIQUETAR
etiquetar o ponerle nombre a nuestros hijos/as por
determinadas conductas que tengan, puede limitar e incluso frenar su debido desarrollo para conocerse y descubrir sus capacidades y habilidades.
“Eres muy malo/a…” “eres un/a miedica…”
CONFIANZA
La confianza en sí mismo/a es muy importante y también la
confianza de sus figuras de apego. El niño/a mediante aprendizaje vicario y observacional adquiere de manera casi inconsciente el confiar en sí mismo/a, si ve esa confianza a su alrededor. El apoyo y la seguridad ante lo que hace es lo que ayudará a su correcto desarrollo y felicidad.
AUTONOMÍA
está muy relacionada con la realización de metas. Mediante el
juego se puede estimular al niño/a para que realice determinadas tareas, utilizando la imitación de sus figuras o roles. Esto potencia además su autoestima y seguridad en sí mismo/a y le ayudará a conseguir ese estado de felicidad. Saber desenvolverse por sí mismo/a.
DRAMATIZACIÓN
Los niños/as de manera casi inconsciente imitan a sus
figuras de apego y de esta forma hacen suyas muchas de las conductas y emociones que observan y esto puede ser muy significativo en el desarrollo adecuado y estable de los niños/as. Enseñar a dar la importancia debida necesaria las conductas de nuestros/as hijos/as, tanto en conducta positivas como las menos. Esto proporcionará al niño/a un equilibrio a la hora de gestionar las emociones y mantenerse en un estado de calma, reconociendo en cada momento lo que siente.
INTELIGENCIA EMOCIONAL
Este aspecto, para mí es el más importante de
todos, ya que el saber identificar y gestionar las emociones dota al niño/a de habilidades y capacidades, que en situaciones futuras le ayudarán a conseguir sus objetivos desde la calma y la tranquilidad. Desde la aceptación y la realidad, el niño/a será capaz de crear soluciones y optar por la más viable para cada situación específica que la vida le presente.
Proporcionando al niño/a de una sensación de bienestar, dónde la felicidad va de la mano.