En este apartado voy a dedicarle una mención más profunda a la Tercera edad y a la función de las terapias en ella.
Para comenzar me gustaría hacerlo por el principio y con esto me refiero a conocer los orígenes del término “Tercera edad”. Apareció en Francia en 1956 y se le atribuye al doctor Huet, que fue presidente del Centro Internacional de Gerontología Social, siendo radicado en París. Se consideraban dentro de este concepto a todas aquellas personas que finalizaban su trabajo y se jubilaban.
Es lógico pensar, que varios siglos atrás, la longevidad era algo que brillaba por su ausencia, debido a factores sanitarios, higiénicos, alimenticios, etc. y a medida que se ha ido avanzando en determinadas áreas, las personas han ido sumando más años, aunque todavía queda mucho por hacer, para que estos años conseguidos, sobre todo los de la vejez, se den con mayor calidad en todas las áreas (física, emocional, mental, social, psicológica…)
Hoy día, se le da cierta importancia a la edad y muchas personas evitan tener que decirla, tanto hombres como mujeres. Todo ésto arrastra en cierta manera a la sociedad, a negar la vejez, que no es más que otra etapa de la vida, y qué más da, si la denominamos como la última, realmente, lo importante es vivir cada una de esas etapas, aceptando lo que cada una acontece, para beneficiarnos del aprendizaje de las mismas.
Negarse al desarrollo de la vida, al avance, genera frustraciones, miedos, desajustes y desequilibrios a nivel físico, emocional, mental, social, psicológicos, que va a impedir vivir con la máxima calidad de vida que realmente todo el mundo se merece.
Quizá, todos/as contribuimos en cierta manera, a que socialmente se esté afianzando esta creencia. Si observamos, nos educan, desde pequeños/as que con aquellas personas que se encuentran en la vejez hay que ser mucho más servicial, hacer muchas de sus actividades para evitarles un sobreesfuerzo (ir a comprar por ellos, darle todo en sus manos prácticamente para que apenas tengan que moverse, salir menos y menos y menos tiempo, incluso decidir por ellos/as, etc.) Con ésto, me refiero a que, hay que diferenciar, entre respeto, admiración, empatía y amabilidad, a invadir su espacio y arrebatarles determinados derechos que son suyos bajo la justificación de la edad.
También es cierto, que a medida que se va llegando a la vejez, a nivel físico podemos encontrarnos con determinados obstáculos, pero a nivel emocional y mental, siguen siendo la misma persona, el mismo niño/a que nació, el mismo/a adulto/a que direccionó su vida hacia una meta. Sí, puede que tenga algunas “arrugas más”, alguna molestia física, etc. pero sigue siendo esa misma persona. Este hecho da lugar, a muchos síntomas psicológicos en donde la persona se puede sentir indefensa, desesperanzada, etc.
De hecho los datos de consulta, confirman que la gran mayoría de personas que se encuentran en la vejez o tercera edad, tienen más síntomas depresivos, ansiedad, estrés, dependencia, etc.Por supuesto, tiene que ver, esa tendencia a que “los mayores ya no están para hacer determinadas cosas”. Es un ejemplo, para que entiendan que estar en sus zapatos, no es fácil. Aceptar el hecho de que la vida tiene inicio y final, no es un ejercicio con el que todos/as nacemos aprendido. Hay personas que necesitan más tiempo y mientras lo visualizan y lo aceptan pasan por estados de ánimo más inestables. Incluso la misma jubilación es difícil de digerir y aceptar, porque es dar un paso más hacia esa dirección. Por eso insisto, que una cosa es compartir con ellos/as actividades de su vida diaria y otra es tomar la decisión de que no participen en nada. Sin darnos cuenta, aún actuando con la mejor intención, no hacemos más que empeorar la situación, ya que aumentamos el sentimiento de inutilidad, de senectud, de torpeza, de “no valer ya para nada”, etc.
Por lo tanto, como psicóloga, comparto este espacio para facilitar el entendimiento de lo que puede llegar a sentir una persona que se encuentra en la vejez y cómo se le orienta y facilita la obtención de estrategias para una mayor calidad de vida, aceptación de su presente y que encuentren nuevas motivaciones para que la persona se mantenga activa.
Por un lado se trabaja el área social (jubilación, pérdida de seres queridos, mantener y desarrollar más redes sociales, búsqueda de actividades para una participación activa…). Desde el área personal, sería trabajar en una adquisición de estrategias de afrontamiento para confrontar el deterioro físico. trabajar sobre todo en la gestión adecuada de las pérdidas (no poder correr con la misma intensidad, tardar más en hacer la compra, no recordar determinadas situaciones…). En el área familiar, mantener el mismo respeto, ser tratado como alguien independiente y escuchar sus propuestas, mantener los vínculos afectivos, etc. En el àrea cognitiva, trabajar mediante ejercicios mentales, estrategias para recordar, etc.
Por supuesto, he de mencionar, que para cada persona y su caso específico, se elabora una terapia adaptada y personalizada para acoger y trabajar en paralelo todas las áreas necesarias y reforzar otras. Haciendo de la terapia un enfoque dirigido a promover la salud, reeducar diferentes aspectos vitales y mejorar la calidad de vida que muchas veces pasamos por alto, olvidándonos que cada etapa de la vida es una oportunidad de disfrute y aprendizaje.
La idea es transmitir la importancia y la beneficiosa influencia que tiene potenciar y desarrollar una vejez activa y así a largo plazo direccionar la ayuda psicológica no sólo cuando existan determinados síntomas o patologías, si no como función preventiva facilitando y promocionando el bienestar y desarrollo vital.