Todo el mundo ha tenido alguna vez una pesadilla y no por eso significa que padezca de un cuadro o un trastorno del sueño. Sin embargo, aproximadamente entre un 4% y un 8% de la población mundial suele tener pesadillas con cierta frecuencia. Las pesadillas aparecen aproximadamente entre los 3 y los 6 años, pero se siguen dando a lo largo de la vida independientemente de la edad. Los momentos en los que las personas puedan encontrarse en una situación estresante, preocupante y que pueda provocar determinadas rumiaciones es cuando suceden con más frecuencia, pero no se considera motivo de preocupación hasta el momento en que la frecuencia sea muy repetitiva, genere un malestar mayor que altere las funciones del día a día. Todos soñamos en mayor o menor medida, pero sin embargo, no todo el mundo recuerda los sueños.
La característica esencial de este cuadro es la aparición de sueños terroríficos que despiertan al individuo, pasando éste a un estado totalmente vigil. Estos sueños o la interrupción sistemática del sueño nocturno provocan un malestar clínicamente significativo o un deterioro social o laboral.
Las pesadillas toman la forma de un sueño largo y elaborado que provoca una intensa ansiedad o terror. Su contenido suele centrarse en amenazas físicas inminentes para el individuo o en otro tipo de amenazas como fracasos personales o situaciones embarazosas. Después de experiencias traumáticas pueden aparecer pesadillas cuyo contenido puede recrear esa situación original. Al despertar, el sujeto es capaz de describir la secuencia del sueño con detalle. Las pesadillas aparecen casi exclusivamente en el sueño REM, por lo tanto es más probable que aparezcan en la segunda mitad de la noche.
En el sueño existen dos fases la REM y la no REM. La segunda se divide en varias subfases en las que el sueño va de más a menos ligero, pero no es sueño profundo. Al no ser sueño profundo, el sistema que se encarga de la motricidad no queda paralizado y podemos realizar algunos movimientos y no existen sueños como tal.
Sin embargo, en la fase REM, (Movimiento Rápido de los Ojos) comienzan a aparecer las ondas “PGO” y cuando entramos en el sueño profundo, dando lugar a los sueños. Imágenes tan lúcidas que interpretamos como reales durante el sueño, incluso una vez despiertos, dependiendo de la fuerza del recuerdo puedes seguir dudando si es real o no, en algunos milisegundos.
Es en esta fase cuando nuestro sistema motriz se paraliza para que durante
los sueños, no nos lesionemos con algún movimiento. Es también esta fase donde
se originan las pesadillas y la conocida “parálisis del sueño”. La parálisis del sueño
simplemente es cuando nos despertamos unos segundos antes de salir de la fase
REM del sueño y nuestro sistema motor está paralizado, con lo cual la persona se
encuentra despierto, con la sensación real de que no se puede mover. No hay
dolor, pero si puede generar molestia y agobio sobre todo a las personas que sean
más sensibles a manifestar angustia cuando se siente inmovilizada. Pero, sólo dura
unos segundos y poco a poco el sistema motriz se reestablece.
Se ha demostrado que en algunos animales como gatos y perros presentan
estas ondas PGO que son las que se asocian al proceso de soñar soñar.
Hay muchas teorías psicológicas del origen y la función de los sueños, que
hasta el día de hoy 100% no se ha podido determinar una única como correcta.
Desde la vertiente cognitivo-conductual, se explica que los sueños son el
proceso de asimilación y aprendizaje de todo lo vivido durante el día. Influyendo
en todo momento los niveles de ansiedad, estrés, recuerdos, imágenes o
situaciones que hayan sido impactantes para el sujeto o preocupaciones que la
persona asocie en su día, dándole estos factores los matices de sueños más
agradables o menos, dando lugar a las pesadillas.
Desde la vertiente psicoanalítica se explican como una manifestación del
inconsciente, en la que a través del sueño se liberan imágenes que al sujeto le
generan angustia, sus deseos, conflictos no resueltos aún que el sujeto puede
negar o ignorar en su día a día consciente y a través del sueño se canalizan la
emociones que el sujeto no gestiona adecuadamente.
En resumen, las causas más consensuadas y estudiadas son situaciones de
estrés, traumas, enfermedades mentales previas y a la toma de ciertas sustancias.
Otras situaciones que pueden influir a tener algunas pesadillas son ciertos hábitos:
cenar pesado, la privación del sueño, una inadecuada gestión emocional,
situaciones traumáticas, fiebre alta, inseguridad, nerviosismo…
Para poder ser consciente de nuestros sueños lo máximo posible, y así saber que
pueden significar y entender nuestras emociones, nuestros temores y
posteriormente trabajar en ello. Lo principal sería elaborar un diario de sueños. Es
decir, cualquier libreta o cuaderno puede servir y un bolígrafo, y destinarlo para
anotar nuestros sueños. Si no te apetece escribir, puedes utilizar una grabadora.
Para facilitarnos el ejercicio lo ideal sería que siempre estuviera en la mesita, al
lado de la cama o lo más cerca de ésta.
En segundo lugar anotaremos cuando nos despertemos (sería lo
recomendable), ya que a medida que el día va transcurriendo nuestros sueños se
van difuminando. Es recomendable anotar todo aquello que se recuerde aunque
parezca que no tiene correlación. Los colores, o si es en blanco y negro,
personajes, palabras, imágenes… si es necesario te puedes ayudar con dibujos. Es
importante también anotar, las emociones que se recuerden haber tenido en ese
escenario.
En tercer lugar anotaremos la fecha y hora en la que anotamos nuestro
sueño. Podemos ir añadiendo elementos a medida que vayamos recordando,
incluso si duermes durante el día puedes seguir haciendo el ejercicio. El objetivo
es habituar a tu cerebro, a ser más consciente de tus sueños. Además te permite
estudiarte a ti mismo y darte cuenta que sueños o elementos se te suelen repetir.
La mayoría de los sueños como ya se mencionó anteriormente, suelen estar
relacionados con aspectos de nuestra vida, pensamientos, incluso si antes de
dormir hemos visto alguna película o algunas imágenes. Además hay que tener en
cuenta, que nuestro estado de ánimo influye muchísimo en nuestros sueños, por
eso lo recomendable es irse a dormir, lo más tranquilo y relajado posible,
ayudándote con ejercicios de mindfulness y relajación.
Se ha demostrado que si al dormir de forma consciente intentas visualizar a
nivel emocional, sensaciones para tener en el sueño aumenta casi un 50% que tu
sueño sea más significativo y profundo. Piensa que el ciclo del sueño suele durar
aproximadamente unos 90 minutos y comienzas el ciclo de nuevo sin pasar por la
fase de vigilia, a no ser que algún estímulo te haga despertar.
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